Uta Frith. La teoría de la mente. El autismo (1989)
Una de las características fundamentales de los seres humanos, como ya hemos señalado varias veces, es que realizamos la mayor parte de nuestra vida en estrecho contacto con otros seres humanos.Puede entenderse por teoría de la mente la comprensión intuitiva de los estados mentales propios y de los otros.
Nuestra comprensión se basa en un poderoso instrumento mental que tenemos todos los adultos normales y que empleamos con más o menos destreza. El instrumento es una teoria de la mente. No se trata de una teoría en el mismo sentido en lo que es una teoría científica, sino de algo que tiene un carácter mucho más práctico. Nos otorga la capacidad de establecer relaciones entre estados externos de hechos y estados mentales internos. Podríamos llamar a esa capacidad "mentalización". La actividad de mentalizar es, por así decirlo, compulsiva: hacemos inferencias sobre la causa y los efectos de la conducta como si no pudiéramos evitar hacerlas. quizá se deba esa compulsión a la necesidad de integrar información dispar en un patrón coherente.
Tomamos notas de ciertas conductas pero no nos quedamos ahí; las interpretamos, como si fuéramos psicólogos aficionados, con referencia a los estados mentales ocultos. Así podemos dar más coherencia a la información procesada que la que obtendríamos si nos limitáramos a relacionar las conductas con los hechos. Así como la araña está destinada a tejer telearañas, nosotros estamos programados para tejer información, formando tramas coherentes. Lo hacemos sirviéndonos de supuestos sobre la conducta y la mente, y sobre sus relaciones causales.
Si entramos en tantos detalles sobre los efectos de tener una teoría común de la mente, es porque tratamos de establecer un contraste entre lo que ocurre cuando se tiene esa teoría y lo que sucede cuando falta. una de las implicaciones que tiene esta hipótesis es que los autistas son conductistas naturales: no sienten esa compulsión normal que nos lleva a las demás personas, en nuestra búsqueda de coherencia, a entrelazar la mente con conducta.
A continuación veremos unos simples ejemplos donde ocurre esto
Se trata de una situación sencilla en la que Sally, una niña, guarda una canica en una cesta y sale de la habitación. Otra niña, Ana, cambia la canica a una caja en ausencia de Sally. Sally vuelve a la habitación a buscar su canica. ¿Dónde la buscará, en la cesta o en la caja? Esto es lo que tiene que constestar un niño que ha asistido a toda la escena. Si tiene una teoría de la mente dirá que lo va a buscar en la cesta donde lo dejó, pero si no la tiene dirá que está en la caja, donde está realmente la canica y ha visto que la ha depositado Ana.
La inferencia que les causa problemas a los niños autistas es una inferencia crucial: Si Sally no vio que la canica se metió en la caja, debe creer que aún esta en la cesta.
Pero puede ser que los niños autistas no les guste atribuir una creencia falsa a un adulto que les hace pruebas, para comprobar esa posibilidad, utilizamos una tarea en la que el propio niño experimenta lo que significa tener una creencia falsa:
En el siguiente ejemplo todos los niños a los que se le administra la prueba esperaban que hubiera smarties dentro del tubo. Cuando les preguntábamos que diría al principio un niño nuevo que venía a hacer la prueba, respondían erróneamente: "Un lápiz". Sólo 4 de 20 niños autistas no cometieron ese error y dijeron correctamente que el niño al que se le iba a enseñar luego el tubo diría también, en principio , que en él habria smarties.
Precisamente por ser una totalidad coherente, el contenido informativo es tan simple que cualquier niño de cuatro años puede manejarlo, si por alguna razón no se elaborara una totalidad coherente, manteniéndose la información fragmentada en un conjunto complejo de elementos independientes, resultaría muy difícil para cualquiera manejar esa información. Quizá sea ésta situación a la que se enfrentan los niños autista.